miércoles, 6 de octubre de 2010

Material de Lectura - Talleres de Conocimiento Historico

Talleres de conocimiento histórico - Material de lectura. 
“Introducción al trabajo de la investigación histórica. Los pasos de una investigación histórica”.  Santana Cardoso Ciro Flamarión . Editorial Crítica, 1981 (cap.5).
A) El planteamiento del problema: selección y delimitación del tema. ¿Con que criterios seleccionar un tema de investigación? ¿Cómo, en la práctica, llegar a hacerlo? Hablemos en primer lugar de los criterios de selección, en orden decreciente de importancia.
1. ª Criterio de relevancia. Tenemos aquí, ante todo, la relevancia social. Recordemos a Lucien Febvre, quien decía que los historiadores deben ver la historia que hacen como la forma en que operaran sobre su época, permitiendo a sus contemporáneos, a sus ciudadanos, comprender mejor los dramas de que van a ser, de que ya son, todos juntos, actores y espectadores[1].
El criterio de relevancia apunta a la pregunta: ¿para qué sirve la historia? A esta cuestión dos tipos de respuestas son posibles: 1) la historia tiene su palabra que decir, sus elementos que contribuir a la comprensión de las estructuras actuales de lo social, y por lo tanto a la planeación de las futuras; 2) los procesos históricos, pese a que son siempre únicos, iluminan en perspectiva ¬cuando son enfocados adecuadamente¬ las condiciones comunes a una serie de ellos: en otras palabras, la búsqueda de las leyes dinámicas y estructurales de lo social ¬ finalidad última de las ciencias del hombre¬ pasa necesariamente por el conocimiento de la historia. La relevancia social se cumplirá en la medida de la sensibilidad del investigador frente a los problemas de su época y sociedad.
Existe también un segundo aspecto, el de la relevancia científica. Ésta depende, en cada momento de las posibilidades y prioridades de la disciplina histórica, que son cambiantes en el tiempo (y que de hecho pueden, eventualmente, sufrir a veces desviaciones lamentables debido a ciertas modas). Esto puede ser interpretado en el sentido de los paradigmas científicos, con tal de que no se tome tal categoría en un sentido de rígida determinación, sino de condicionante.
2. ª Criterio de la viabilidad. Además de saber si un tema es relevante, también debemos averiguar si es posible llevar a buen término su investigación. Esto tiene que ver fundamentalmente con:
1) los recursos documentales (en sentido amplio): existencia y disponibilidad de fuentes ¬escritas y de otros tipos¬ en cantidad suficiente, pertinentes a los que se quiere investigar;
2) los recursos humanos y materiales: el carácter y la amplitud posibles de un tema depende de la dimensión del grupo de investigadores y de su formación teórica, metodológica y técnica adecuada (no es posible, por ejemplo, abordar la historia de precios si no se sabe nada de economía y estadísticas; por otra parte, no es lo mismo elegir a un tema para trabajo de equipo o para un historiador aislado), y también el financiamiento, de la posibilidad o no de contar con asistentes, con apoyo de secretaria, con reproducciones de materiales (fotocopias, microfilmes, mimeógrafo, etc.), con acceso a computadora, etc.;
3) el tiempo disponible para desarrollo del proyecto.
3. ª Criterios de originalidad. El descubrimiento de un problema a investigar consiste, en identificar ya sea una laguna en los conocimientos (la mayoría de los casos), ya sea una incoherencia en el cuerpo del saber, una falla en el cuerpo teórico admitido.
Cada proceso de investigación debe construir con algo nuevo para la construcción de la ciencia histórica. Solo se debe reexaminar un tema ya trabajado si se abren perspectivas documentales radicalmente nuevas ¬ lo que, como vimos en la parte anterior de este capítulo, puede transformar hipótesis ya comprobadas en meras hipótesis heurística a verificar¬, o cuando se pretende desafiar las interpretaciones disponibles al respecto, presentando un enfoque efectivamente nuevo.
4. ª Criterio del interés personal. Por más que lo nieguen los protagonistas radicales de izquierda o de derecha, la verdad es que la vocación de investigador contiene una buena dosis de curiosidad, de interés y aun de pasión. La mejor manera de canalizar las energías generadas por tales impulsos personales es que el historiador trabaje en temas que realmente le interesen: su rendimiento será entonces mayor.
Esto en cuanto a los criterios de selección de los temas de investigación. Hablemos ahora de los aspectos prácticos. La elección de un tema empieza, casi siempre, con el interés por un campo, una rama de estudios, una problemática más o menos amplia y mal definida, despertando por lecturas previas, o a veces también por experiencias personales. En esta etapa, el investigador podrá decir cosas como: “me interesa la historia del movimiento obrero”; o “me gustaría estudiar alguna cuestión relativa a precios, salarios y niveles de vida”; o aun “creo que hay aspectos de la actuación del estado en el periodo x que están insuficientemente (o mal) estudiados”.
Para pasar de este interés algo impreciso a la constatación y posterior delimitación de un problema a investigar, el estudioso sentirá la necesidad de profundizar sus lecturas, no solo las que se refieren, de cerca o de lejos, a la problemática o al periodo que le llama la atención, sino también eventualmente las de tipo metodológico o teórico. Podrá, también, empezar a efectuar sondeos de la documentación en archivos y bibliotecas ¬orientado por la constatación de los tipos de fuentes usados en trabajos similares que toma como ejemplo o modelo¬, verificas las posibilidades de entrevista (si se trata de un tema contemporáneo o bastante reciente), pedir consejos a historiadores con experiencia en el campo especifico de que se trate. De este modo, terminara identificando una laguna, o un desacuerdo, que le permitirá finalmente formular un tema preciso de investigación, delimitado en el tiempo y en el espacio.
Al respecto, conviene recordar los criterios de delimitación que recomienda Pierre Vilar[2]: lo ideal sería un universo de análisis dotado de personalidad geográfica, de homogeneidad;
1)      en el tiempo: es necesario un corte temporal adecuado, que englobe el proceso englobe el proceso estudiado, pero también sus condiciones previas y sus consecuencias más próximas;
2)      en el marco institucional: la unidad de estudio puede no estar definida sólo o principalmente por criterios políticos, pero la necesaria homogeneidad de las fuentes vuelve deseable un marco institucional solido (o varios, si se trata de una investigación comparativa).
El investigador principiante debe resistir a la tentación de abordar temas demasiados bastos y complejos, que escapan todavía a sus posibilidades reales, y que a lo mejor, exigirían muchos años o décadas de trabajo para hacer algo aceptable, aun en las mejores condiciones. Una tesis de licenciatura, por ejemplo, debe ser considerada como un ejercicio relativamente modesto de investigación, no como una ocasión de intentar solucionar los más graves dilemas teóricos o metodológicos de una disciplina. Es mucho más útil una monografía bien hecha ¬abierta, desde luego a lo teórico, a lo social globada: no estamos hablando de la monografía positivista construidas con criterios estrictamente cronológicamente y organizando a   hechos singulares, acerca de un tema delimitado, que un trabajo vasto y mal construido, en el que fácilmente se percibirá el contraste entre  la pretensión desmedida y la realización mediocre.
b) Construcción del marco teórico: invención y formulación de las hipótesis. Una vez definido el tema, el paso siguiente en el proceso de investigación consiste en la construcción del modelo teórico, es decir, en la definición del marco teórico en función del cual se plantearan las hipótesis heurísticas o de trabajo a ser comprobadas en etapa posterior.
Una de las razones que dificulta el planeamiento de hipótesis al investigar por primera vez es el dominio insuficiente de las teorías de las que se requiere partir. Esto tiene que ser corregido, pues la formulación de hipótesis depende en primer término de la opción teórica. Ocurre que, en historia económica, estudiándose la misma temática general o periodo, las hipótesis serán profundamente diferentes si se parte de la teoría marxista o de las neoclásicas. La misma dificultad en saber vincular las hipótesis acerca del tema a una teoría, puede ser el indicio de que el conocimiento de la misma era solamente formal, exterior a una práctica científica efectiva. Pero también puede tratarse, simplemente, de las consecuencias de una enseñanza universitaria en numerosas ocasiones inadecuadas en los cursos de graduación en historia.
En muchas instituciones de enseñanza superior, por lo menos en América Latina, la manera de enseñar de la escuela secundaria se prolonga en las aulas universitarias. Paralelamente a una formación metodológica deficiente, a los estudiantes se trata de transmitir sólo una masa de conocimientos, cada uno de los cuales enunciado de tal modo, que parecería ser una verdad adquirida para siempre, indiscutible (cuando, de hecho son raros los elementos no discutidos en el cuerpo del saber histórico).
Ahora bien, los cursos universitarios, mucho más que la pretensión (imposible) de agotar los conocimientos históricos por áreas cronológicas o espaciales ¬historia antigua, moderna de América, nacional, etc.¬, o aun por opciones de enfoque ¬historia económica de Europa, historia política de España, historia agraria de México, etc.¬, debería orientarse a preguntas del tipo siguiente: ¿Cómo se alcanza los conocimientos en las investigaciones primaria llevadas a cabo en el campo en estudio?; ¿Qué implicancias tienen las modalidades de fuentes y procedimientos ahí utilizados para el tipo y los grados de seguridad de los conocimientos alcanzados?; ¿Qué controversias de enfoque teórico y metodológico se constatan?; ¿Cómo, partiendo de qué, los especialistas del área examinada establecen sus generalizaciones explicativas?. Todo ello, desde luego, acompañado de lectura y debate de la historiografía especializada pertinente.
Pero esto raramente es así. Muchos profesores están interesados en (o más preparados para) exponer conocimientos ¬o alguna versión de ellos¬. En estas condiciones, no sirve de nada multiplicar a la vez cursos de historiografía, en los que tampoco se hará en escala considerable lo que no se hizo donde era debido: leer a los especialistas en el sentido de aprender no sólo lo que afirman sustantivamente, sino también como trabajan, qué teorías manejan, qué dificultades encuentran en su labor, etc. Si a un alumno que no tuvo derecho a esta enseñanza, interesada mas en el taller del historiador[3]  que en la acumulación de informaciones organizadas a partir de cortes cronológicos (historia medieval, historia contemporánea), geográficos (historia de América, historia de Francia), u otros, se les pide después que planteen ¬o sea invente¬ hipótesis personales para orientar un proceso de investigación, ¿Cómo se puede esperar que lo sepa hacer? Esta habilidad depende, entre otras cosas, de una cultura histórica efectiva, basada en años de lectura razonada de modelos, o sea, de obras vistas no solo ni principalmente como fuente de datos, sino como ejemplos de cómo hacer… o cómo no hacer.
No se puede enseñar a formular hipótesis. Cuando mucho se puede indicar algunos puntos acerca de pasos preliminares y agregar ciertas recomendaciones.
Previamente al planteamiento de hipótesis, es preciso ordenar los datos ya disponibles, y tratar de identificar qué factores (o variables, si se trata de una investigación cuantificada) debería ser tomados en cuenta. También es necesario haber sondeado la documentación susceptible de ser utilizada posteriormente en la substanciación comprobación. Además de lo ya mencionado respecto del planteamiento de hipótesis, en que se debe subrayar el carácter general de las hipótesis y la necesidad de que estas sean proporciones comprobables, verificables con los instrumentos metodológicos y documentables disponibles, recordemos lo siguiente:
1) deben evitarse las hipótesis negativas: éstas son indeterminables y poco fecundadas (son consideradas verdaderas si nada demuestra que son falsa), mientras que las proposiciones afirmativas sugieren algún nexo o propiedad real que deberá investigarse, por lo cual son fructíferas;
2) las hipótesis no deben tomar forma de enunciados de contenido empírico sobre un factor o variable (como por ejemplo: la producción x aumento durante el periodo considerado, sino cerca de nexos entre factores o variables (por ejemplo: la variación de la producción x dependió de los factores a, b, c … n, especificándose las formas de ligazón entre x y tales factores): por esto es útil, muchas veces, tratar de aproximarse a un enunciado de tipo legaliforme (siempre que … entonces…; si, y sólo si… entonces…; para todo x, siendo x… y ocurriendo que…, entonces…, etc.);
3) formular las hipótesis como enunciados concisos: con frecuencia, una hipótesis muy complicada puede subdividirse en una principal y varias subsidiarias;
4) la historia es el estudio de la dinámica de las sociedades humanas en el tiempo: las hipótesis deberán reflejar esto, buscando definir los cambios cualitativos y/o cuantitativos constatables en el lapso de tiempo considerado; aunque sin olvidar las persistencias y las resistencias al cambio;
5) las sociedades humanas no son un amasijo de elementos, sino totalidades organizadas: ello debe ser considerado al plantearse hipótesis acerca de algún nivel de la realidad social.
Al formular sus hipótesis, el investigador está, ante todo, armándose de una herramienta indispensable. En la fase de recolección de datos, son las hipótesis lo que le preparan a penetrar en la masa de fuentes y datos, a veces muy considerables, disponiendo de criterios de pertinencia (o sea, que le permiten decidir: aquello no. Por esto la hipótesis resultara útil aun cuando la afirmación que contiene esté equivocada; con la condición, evidentemente, de saber corregirla, de no pretender mantenerla contra toda evidencia de lo contrario.
El planteamiento de las hipótesis determina, en buena parte, por su propia naturaleza y por las formas posibles de verificarlas, la elección de métodos y técnicas para la organización posterior de los datos (su análisis y procesamiento).
c) El proyecto de investigación. Con frecuencia, en este punto, o sea, inmediatamente antes de lanzarse a la más larga de las etapas de la labor histórica ¬la recolección de los datos¬, el investigador debe redactar un proyecto formal que describa la investigación que se propone llevar a buen término. Esto pasa porque buena parte de las investigaciones son propuestas en el marco de universidades o institutos ¬que debe aprobar o no lo que pretenden hacer en este nivel sus estudiantes avanzados, candidatos a la licenciatura y al doctorado, y sus profesores e investigadores¬, o en el contexto de pedidos de becas o financiamiento a instituciones públicas o privadas del país o del exterior. El proyecto debe pues cumplir con su finalidad, que es convencer acerca de la relevancia y viabilidad de lo que se pretende hacer. Pero debe resultarle útil a su autor, como instrumento de orientación en el proceso de estudio que pretende realizar.
Ciertas instituciones especifican en detalle el aspecto formal del proyecto de investigación. Si no es así, aconsejamos redactarlo según el plan siguiente:
1)      el tema: planteamiento, delimitación (en el tiempo, en el espacio y como universo de análisis) y justificación;
2)      objetivos del proyecto;
3)      especificación del marco teórico;
4)      formulación de las hipótesis;
5)      tipología de las fuentes que serán utilizadas y elecciones técnico¬metodológicas;
6)      cronograma;
7)      bibliografía.
De estas partes, las que exigen mayor actividad de redacción son la 1 y la 4. Ocurre que la justificación del tema exige alguna explicación, que implica en muchos casos un análisis de la bibliografía ya existente, con la finalidad de mostrar en qué es original la investigación propuesta, y qué es lo que se agrega a los conocimientos del campo en el que esta insertada. Del mismo modo, es preciso, al plantear las hipótesis, justificar su pertinencia e interés, echando mano para ello de los elementos de que ya se disponga acerca del tema.
En las partes relativas al marco teórico y a la metodología, se recomienda no divagar: se trata de elecciones concretas y planteamientos precisos, bien vinculados al tema; y se debe evitar irritar a los especialistas que deben juzgar el proyecto, dándoles la impresión de querer impartirles lesiones teóricas metodológicas (sobre todo si el autor del plan es un investigador principiante), los objetivos pueden ser de tipos diversos ¬científicos, pedagógicos, ligados algún tipo de acción¬; deberán ser enunciados sintéticamente, y de manera que sean claramente comprensibles incluso para no especialistas. En cuanto a las fuentes, los sondeos ya hechos permitirán en esta etapa identificar los tipos de documentos que se piensa utilizar, justificando su pertinencia en relación al tema y a las hipótesis (o sea, no se trata todavía de una lista exhaustiva). Lo mismo en cuanto a la bibliografía, en la que se separaran las fuentes primarias impresas, las obras teóricas¬metodológicas, los libros y artículos de carácter general, y los más específicos respecto del tema del proyecto.
El cronograma puede tomar la forma de un cuadro, por ejemplo colocándose en sentido vertical las etapas dl proceso de investigación, y en sentido horizontal los meses correspondientes.
La figura 1 resume las etapas de la investigación hasta la recolección de datos. El proyecto de investigación corresponde, en dicha figura, al bosquejo. Hasta ahí, las fuentes de resultados fueron sólo sondeadas, pero se debe entender que, después de contar con un proyecto formal de investigación, se vuelve a ellas, y es cuando se da el trabajo real de recolección de datos. En la práctica, el orden de las etapas que presentamos es más lógico que cronológico: en los hechos, pueden en ciertos casos ser paralelas en el tiempo e influenciarse mutuamente.
En las ciencias factuales, una vez planteadas las hipótesis y deducidas las consecuencias particulares comprobables de las mismas, el investigador pasa a planear y ejecutar ¬mediante observaciones, comparaciones, experimentos¬ las pruebas de las hipótesis cuyas consecuencias particulares deberán ser verificadas en esta fase, de una u otra manera, recogerá datos empíricos que serán criticados, evaluados procesados e interpretados.
FIGURA 1
Del planteamiento del problema a investigar a la recolección de datos

FUENTE: Jorge Mario García L. y Jorge Lujan M., Guía de técnicas de investigación, Serviprensa Centroamericana, Guatemala, 1972, p. 13.
En la investigación histórica el modelo general es el mismo; pero como en la gran mayoría de los casos será preciso inferir los hechos y procesos estudiados a través de la documentación disponible, las fuentes asumen necesariamente un papel importante, ya que a ellas están vinculadas las posibilidades del análisis y procedimiento de los datos[4],  y en general de la contrastación de las hipótesis, de modo que se garantice la objetividad y la intersubjetividad.
 Siguiendo en parte a Topolski[5], podemos definir las fuentes históricas como todos los tipos de información acerca del devenir social en el tiempo, incluyendo los canales de transmisión de dicha información, es decir las formas en que ha sido preservada y transmitida. Así, serán fuentes históricas las redacciones que nos llegaron en papiros, tablillas de arcilla, paredes de monumentos, pergaminos, papeles, etc.; restos de paisajes agrarios o monumentos desaparecidos perceptibles a través de la fotografía aérea, etc.
¿Cómo clasificar a las fuentes utilizadas por los historiadores? Sobre todo desde el siglo pasado, numerosas clasificaciones y tipologías han sido propuestas. De ellas, tres parecen más importantes: 1) la que distingue las fuentes primarias (o directas) de las secundarias (o indirectas); 2) la que opone las fuentes escritas (ampliamente mayoritarias en casi todas las investigaciones históricas) a las no escritas (arqueológicas, iconográficas, orales, etc.); 3) la que diferencia entre testimonios voluntarios e involuntarios. De estas tres, la esencial es la primaria. Las fuentes primarias ¬que en el caso de los documentos escritos pueden ser tanto manuscritas como impresas (publicadas en el mismo período estudiado o a veces mucho más tarde¬ son aquellas que tienen vinculación directa con el tema investigado, cosa que no ocurre con las secundarias. Por ejemplo, si estamos estudiando históricamente un proceso dado de industrialización, los libros de contabilidad de las empresas industriales, la legislación gubernamental cerca de la industria y las estadísticas industriales compiladas en el período  en cuestión serán tratadas como fuentes primarias; mientras que artículos y libros sobre tal proceso serán considerados fuentes secundarias. Cuando las fuentes primarias ya no existen, las fuentes secundarias más próximas pasan a ser primarias: es el caso de las obras de Tucidides, Polibio, Tito Livio y otros historiadores antiguos, los cuales se basaron en fuentes primarias que se perdieron hace mucho. La distinción entre fuentes primarias y secundarias es de naturaleza epistemológica y metodológica, e indica que las primeras son la base principal de una verdadera investigación, que pretenda aportar conocimientos nuevos.
La fase de recolección de datos es más larga del proceso de investigación, y la más peligrosa en términos de posibles retrasos y aun de trabajos inútiles. Aquí nos ocuparemos solo de la circunstancia mayoritaria: la investigación apoyada en fuentes escritas.
Los tres problemas fundamentales para el historiador son: 1) la localización de los acervos documentales; 2) evitar la dispersión y la perdida de tiempo;3) mantener un control permanente sobre los materiales acumulados, a través de una organización eficiente de la recolección.
El primer punto tiene que ver con la heurística de los historiadores tradicionales. Seria deseable que los cursos de graduación en historia proporcionaran un adecuado entrenamiento en el uso de bibliotecas y archivos, pero ello no ocurre siempre.
Al empezar una investigación, conviene echar mano de todos los recursos disponibles, además de los mas obvios – la lectura de las referencias y lista de fuente y bibliografía de obras acerca de temas relacionados con el que se estudia; el uso de los ficheros de archivos y bibliotecas; la consulta de los repertorios y catálogos de manuscritos y publicaciones; la búsqueda en colecciones de fuentes impresas y revistas que publican documentos (los boletines de archivos, por ejemplo)-, es también muy importante recurrir a ciertas personas: los archivistas y bibliotecarios, a veces muy competentes y con gran experiencia; y los historiadores o <eruditos> que ya realizaron trabajos en los archivos y bibliotecas de que se trata.
En América Latina puede pasar a menudo que, previamente a su recolección de datos, el historiador debe hacer trabajo de archivista, ordenando materiales no clasificados y hasta <salvando> documentos en peligro de destrucción próxima: muchos investigadores tuvieron tal experiencia-que no deja de tener su encanto e interés propio- en archivos privados, eclesiásticos, notariales, etc.
Para evitar la dispersión y la perdida de tiempo, una primera regla importante es no entrar de lleno en la recolección de datos antes de tener un tema bien delimitado, e hipótesis de trabajo claramente formuladas, puesto que éstos son los criterios de pertenencia a través de los cuales se pueden seleccionar las fuentes  y datos efectivamente útiles para la investigación que se lleve a cabo. Es preciso, también, aprender a refrenar el impulso de querer echar una ojeada a toda la documentación a la vez. Esto es útil en la fase de sondeo de las fuentes y establecimiento de prioridades de consulta,  pero después lo mejor es agotar ordenadamente cada tipo o serie de documentos. otra cosa necesaria es restringir al máximo la copia ipsis litteris de las fuentes, reservándolas solamente a pasajes que eventualmente, por su alta pertenencia, podrán ser reproducidas tal cual en el texto que resultara de la investigación; en la mayoría de los casos se debe resumir. Cuando se justifica el deseo de poder contar con la totalidad de los textos que sean largos, lo mejor es microfilmarlos o utilizar xerocopias. En el caso, por ejemplo, de las series estadísticas considerables: incluso porque, al copiarlas, no solo se pierde mucho tiempo sino que se corre el riesgo de equivocarse. Por otra parte, al trabajar con fuentes que se repiten en forma estereotipada, según un patrón regulable-son ejemplos de ellos las actas de bautizos, casamientos y defunciones de los archivos parroquiales; o las actas notariales: contratos matrimoniales, testamentos, inventarios, etcétera-, lo mejor es diseñar  hojas o fichas de recolección adecuadas, reproducirlas en imprentas o mimeógrafo, y después llenar, para cada documento, las lagunas previstas en ella[6].
Finalmente, tenemos la cuestión del control que se debe ejercer, en todo momento, sobre los materiales que se van acumulando en la fase de recolección de datos, hasta el punto de formar a veces verdaderas montañas de papel. Es evidente que no se puede confiar únicamente en la memoria para localizar una pieza determinada de información con rapidez, cuando se tiene algunos miles de hojas o fichas. La única solución e organizar eficientemente todo el material recolectado. Para esto, dos reglas básicas:1) disponer de un plan de clasificación; 2) elaborar dos tipos pertinentes de fichas y hojas de recolección.
¿Cómo  establecer un plan de clasificación, si al empezar la fase de recolección todavía no se conoce a fondo el tema  investigado? Ante todo, puede ser un plan bastante burdo: lo más probable es que, en su simplicidad, resulte bastante diverso del que mas tarde orientara la redacción de los resultados de la investigación. Su finalidad es, únicamente, permitir una clasificación lógica-de preferencia sistemática y no solo cronológica- de los datos. Ahora bien, aun en una fase temprana del proceso de investigación ello no debe resultar muy difícil, a condición de tener una cierta cultura teórica e historiográfica, el tema que se estudia puede no haber sido investigado anteriormente, pero lo mas probable es que existan trabajos acercas de temas similares en otros países o regiones, lo que nos dará indicaciones sobre posibles articulaciones lógicas de la temática escogida. Por otra parte, nada impide que se valla perfeccionando poco a poco el plan de clasificación.
No es ser necesario ser un genio para darse cuenta de que si el tema estudiado es, por ejemplo, la producción cafetalera en un país o periodo dados, aparecerán cosas como: contexto histórico en que tal producción tiene lugar, tierra (factor natural; formas de propiedad y su eventual concentración); fuerza de trabajo (como se consigue la mano de obra; su cantidad; relaciones de producción);capitales (de donde vienen; cuanto se necesita; que ganancias en promedio se obtienen, y si son reinvertidas);técnicas de producción( agrícola y de beneficio); estadística de producción y rendimientos; transporte; mercados internos y externos; formas de comercialización y sus resultados; legislación y acción del estado acerca del café (impuesto o exenciones, fomento, etc.); impacto de la expansión cafetalera en varios niveles: económico, social, político (interno e internacional), cultural. de hecho, la identificación, ordenamiento y jerarquización de factores pertinentes que se hayan llevado a cabo forzosamente como paso previo a la formulación de las hipótesis, y el marco teórico que haya orientado al planteamiento de éstas, deberán ayudar bastante a establecer un plan de clasificación en la fase de recolección de datos.
Dejando de lado el caso especial de las hojas de recolección ya mencionado, hablemos ahora del fichero documental y bibliográfico, y de las fichas de lectura.
Se trata, en primer lugar, de elaborar, para cada documento de archivo, fuente primaria impresa o pieza de bibliografía, una ficha documental o bibliográfica de identificación. las funciones de la ficha de identificación son las siguientes:1) servir para la elaboración de las notas de referencia y de la lista de fuentes y bibliografía del trabajo que presentara los resultados de la investigación; 2) permitir, si fuera necesaria nueva consulta, una localización rápida del documento o publicación. Estas fichas deben ser elaboradas en tarjetas de cartón.
Tratándose de textos impresos, las fichas deben contener los datos básicos que identifica el libro o articulo: nombre del autor, titulo subrayado, lugar de edición, editorial, año de publicación, numero de paginas, cuando son libros; siendo artículos, el nombre del autor, el titulo entre comillas, el nombre de la revista o periódico subrayado, el año (o tomo), el numero, la fecha y las paginas correspondientes al articulo. Por otra parte, si el libro o revista fue consultado en una biblioteca, la ficha deberá contener el nombre (o silaba) de la misma, y el número de clasificación del volumen. De hecho hay varios casos a considerar: libros de diversos autores (con o sin copilador), obras o folletos anónimos, números especiales de revistas con títulos temáticos, etcétera. y la confección misma de la ficha puede seguir reglas variadas-uso solo de comas, como preferimos; d puntos y comas; de guiones, puntos y comas; el apellido del autor precediendo al nombre, y escrito o no en mayuscula, etc.-; lo importante es tratar de enterarse de los diferentes sistemas aceptados y elegir consecuentemente uno de ellos[7]. En la ficha documental de identificación debe constar todos los datos que identifican el documento y permiten encontrarlo y solicitarlos: nombre del archivo, serie, número de clasificación, titulo o contenido de la fuente, autor, fecha, y folios. Con frecuencia, en el caso de las fichas documentales, es más cómodo preparar una tarjeta impresa o mimeografiada en la que solo se llenan las lagunas. Las figuras 2 y 3 ejemplifican las fichas documental y bibliográfica de identificación.
En el fichero del investigador, las fichas bibliográficas de identificación podrán ser clasificadas temáticamente, usándose en cada división el orden alfabético de los apellidos de los autores.
Las fichas documentales se clasificaran por archivos, y para cada archivo según los sistemas de clasificación de éste (colecciones, series, ramos, etc.).
El libro, artículo o documento manuscrito debe ser tratado como unidad cuando se trata de evaluarlo o criticarlo. Sin embargo, en cuanto a las informaciones que contiene, puede ser necesario, de un mismo texto, sacar diversas fichas de contenido (también llamadas fichas de lectura, analíticas o de investigación). En otras palabras, la menor unidad de información en el proceso de investigación será la ficha temática de contenidos. Aconsejamos elaborar las fichas analíticas no en tarjetas de cartón, sino en hojas de carpeta movibles, lo que las mantiene fijas a la vez que permite su fácil manipulación y eventuales cambios de su clasificación y distribución. Tal clasificación se hará según las divisiones y subdivisiones del plan de clasificación de los materiales, del que ya hablamos. Una ficha podrá ocupar mas de una hoja (en tal caso se repite en las hojas que siguen a la primera los datos de identificación de la ficha, numerando estas hojas). Las hojas deben ser utilizadas en uno solo de los lados (ya que lo que se escribe en el dorso de una hoja corre el riesgo de olvidarse, al no quedar inmediatamente visible).
La ficha analítica consta, en primer lugar, de una parte superior que, a la izquierda, trae una identificación resumida (la completa se halla en la ficha de identificación correspondiente), a la derecha la indicación de la parte y eventualmente también de la subdivisión del plan de clasificación a la que pertenece, y su numero en esta parte ( como tales indicaciones pueden cambiar, es mejor hacerlas con lápiz), y en el centro el titulo de esta ficha según su contenido tal como lo ve el investigador. La parte inferior de la ficha queda reservada a observaciones: correlaciones con otros libros y documentos, o con otras fichas de contenido, elemento de crítica interna o externa, y otras anotaciones que el historiador juzgue a propósito hacer. Por fin, el centro de la ficha- la mayor parte de su superficie- queda reservado al resumen, paráfrasis o copia entre comillas (a veces se combinan todas estas modalidades en una sola ficha) del texto que se éste trabajando, o mejor de la parte del mismo que sea pertinente al tema de las fichas, según su titulo; a la izquierda se indican las paginas o folios correspondientes.
Análisis y procesamiento de los datos. Hoy día, con el desarrollo de la computación, es común que muchas personas asocien a la expresión < análisis y procesamiento de datos> una connotación exclusivamente cuantitativa. En este sentido estrecho, tal operación está sin duda cada vez mas presente en los estudios históricos, con el avance de la cuantificación sistemática en tales estudios. Así, especialmente en historia demográfica, económica y social ( en el sentido de historia de la estructura social y de los conflictos sociales), pero cada vez mas también en la historia política y de las ideas, es frecuente hoy día que historiadores deban establecer, a partir de los datos brutos que han recolectado, series, curvas y otras graficas, cuadros, correlaciones estadísticas diversas, etc., después de haber evaluado la fiabilidad, la consistencia de dichos datos; o que alimenten una computadora con información, según un programa, para llevar a cabo los cruces entre variables exigidos por las hipótesis que quieran verificar.
Por otra parte, el análisis y procesamiento de los datos es, en historia, mucho más antiguo que la cuantificación sistemática, puesto que incluye los procedimientos <hermenéuticos> de interpretación o descodificación de las fuentes, y la critica externa e interna de éstas, en el sentido de lo que los historiadores positivistas llamaban el <establecimiento de los hechos históricos>.
Aunque la fase de análisis y procesamiento de los datos es lógicamente posterior a la recolección de los mismos, con frecuencia se desarrolla- por lo menos en parte- paralelamente a ésta.
En términos de metodología general, pertenece a la etapa de la prueba de hipótesis en que, realizadas ya las operaciones planeadas de observación y/o experimentación, los datos entonces recogidos son criticados, evaluados, clasificados, analizados, procesados e interpretados, en el sentido de hacer posible la introducción de las conclusiones de la prueba en la teoría.
Síntesis y redacción. La síntesis es la fase final del proceso de investigación. Éste empezó a moverse con la localización y relimitación de un problema; en seguida, con apoyo teórico, fueron planteadas hipótesis, deducidas consecuencias de éstas, y se pasó a una fase  de observación sistemática (reunión de datos según ciertos criterios, control, análisis y procesamiento de estos datos). En otras palabras, se empieza con una visión totalizadora de un problema dado, a la cual debe forzosamente suceder, para que se lo pueda tratar de solucionar, una etapa en la que de cierta forma predomina la reducción analítica. La síntesis marca la vuelta a lo general, ahora con conocimiento pleno de sus componentes y sus relaciones, de tal modo que resulta posible la comprobación de las hipótesis, su abandono, o su corrección. Evidentemente, lo general < general> que es el punto de referencia de la síntesis depende del universo de análisis elegido para la investigación: una ciudad, una región, un país, un grupo de países, una parroquia, una empresa, etc.; según el caso, tendremos una <macro síntesis> o una <micro síntesis>.
La síntesis depende obligatoriamente de ambos niveles del proceso de investigación, el teórico y el empírico. En historia, puede presentar diversas modalidades. Una de las clasificaciones posibles es la misma que aplicamos, en la parte anterior de este capitulo, a los <modelos isomórficos> ( que son, básicamente, instrumentos de sintetización): 1) síntesis estructurales o funcionales, dominadas por la exposición de la estructura de un sistema y su funcionamiento; 2) síntesis genéticas, en las que se busca la explicación del proceso estudiado en la secuencia cronológica, asociada a una determinada visión casual; 3) síntesis dialécticas que tratan de vincular en una visión unificada los enfoque estructural y genético[8].(36)
si tratamos de buscar las bases de la construcción de la síntesis en historia, hallaremos probablemente, entre sus elementos mas importantes: 1) la cultura histórica del investigador, que le permite establecer paralelos, precedentes, comparaciones en el tiempo y el espacio, analogías, de modo que sea ubicado el tema que actualmente investiga en el contexto más vasto de la disciplina; 2)el marco teórico del que se parte y al que se vuelve (modificándolo en mayor o menor medida) al final de la investigación; 3) las concepciones acerca de la temporalidad (ver el Cáp. 6): la preocupación central por una temporalidad concreta, por procesos y hechos localizados según sus fechas, es el elemento distintivo por excelencia de la síntesis histórica (lo que se aplica igualmente a la historia natural, o sea a la geología histórica, a la paleontología, etc.); 4) el manejo de la categoría <espacio>, sobre la cual los historiadores reflexionan muy poco en conjunto, y corren así el riesgo de caer prisioneros de construcciones espaciales inadecuadas, de un espacio que se presenta como un <hecho> o como algo <dado>, sin justificación suficiente muchas veces; 5) los conceptos clasificatorios y ordenadores del conocimiento que conducen a topologías, al asociar un conceptos clasificatorios a un sistema de conceptos ordenadores[9].
Este último punto exige alguna explicación. Un concepto clasificatorio es el que, asociado una propiedad a un conjunto de objetos, divide el universo total de los objetos en estudio en dos grandes grupo: lo que presentan y los que no presentan dichas propiedad. Un concepto ordenador permite organizar elementos en el interior de una categoría dada, estableciendo relaciones de igualdad, precedencia, jerarquía, intensidad, etc. Respecto a un facto o variable. en historia es muy frecuente el tipo de razonamiento tipológico que depende de los conceptos clasificatorios y ordenadores: por ejemplo cuando, en historia política reciente, se utiliza la clasificación de las posiciones política básicas hablando, por ejemplo, de < derecho>, <centro> e <izquierda>, y después se trata de ubicar los partidos políticos concretos en una posición definida en tal clasificación, según algún factor ordenador: así, un partido podrá ser considerado como de <extrema derecha>,otro de <centro izquierda>, aun de <izquierda radical>, etc. Evidentemente, las topologías- que participan de los principio de la construcción de modelos- valdrán lo que valen los criterios y marcos teóricos que orientan sus establecimientos.
El resultado de una investigación se presenta bajo la forma de un texto. La historia utiliza básicamente las lenguas naturales, y muy poco – aun crecientemente- los lenguajes artificiales (lógicos, matemáticos). Esto comparta los peligros inherentes a la polisemia-variedad de significados de un mismo significante- y a la imprecisión en el uso de los términos. El historiador debe estar atento a ello, tratando de definir el sentido en el que emplea cada termino sujeto a controversia, y también en buscar puntos de referencia en otras disciplinas. Términos como <capital> o <inversión>, por ejemplo, puede ser últimamente aclarados mediante conocimientos de los debates al respecto entre diferentes corrientes de economistas.
El primer problema, al tratar de poner por escrito los resultados de una investigación, es la elaboración del  plan de redacción. Cuando predomina la preocupación de síntesis estructural, el plan será lógico-sistemático, es decir, basado en la percepción de los elementos que componen una totalidad, de la articulación y las particularidades de los niveles de un sistema. En las síntesis predominantemente genéticas, el plan suele ser histórico-cronológico, o sea, fundamentado en la percepción de la temporalidad fechada, por lo tanto en la constatación de la simultaneidad o sucesión de los fenómenos y procesos. Lo ideal, en historia, es lograr una combinación equilibrada de ambos tipos polares de plan.
Formalmente, el texto que presenta a la investigación realizada deberá constar de tres divisiones fundamentales: 1) la introducción, que formula el problema estudiado, lo delimita, lo justifica en función de los criterios de relevancia y originalidad, enuncia las hipótesis y las elecciones en cuanto a tipos de fuentes, métodos y técnicas; 2) el cuerpo del texto –su parte mas vasta-, en el que se sentirá la repercusión de la opción lógica-sistemática, histórica-cronológica o combinada, en el establecimiento de las partes y capitulo; 3) la conclusión, en la cual se presenta una visión razonada e integrada de conjunto y se evalúa el grado en que quedaron comprobadas las hipótesis (en historia ello depende, en gran parte, de la documentación disponible). En el fondo, esta redacción final viene a ser una versión fundamentada, muy ampliada y modificada, del proyecto original de investigación.
En una obra de historia que tenga la pretensión de cientificidad, no basta con afirmar cosas: es necesario comprobarlas, apoyarlas. Esta es la función del aparato de erudición, con sus tres elementos básicos: 1) la lista de fuente y bibliografía; 2) las notas al calce; 3) los anexos y piezas justificativas.
La lista de fuentes y bibliografía se ubica, según tradiciones  académicas variables en diferentes países, al principio, a continuación de la introducción o al final del volumen. Su organización más usual es la siguiente:
1)      fuentes primarias manuscritas: su lista viene organizada por archivos, y depende de los sistemas de clasificación de cada uno de éstos; normalmente se utiliza un criterio decreciente de relevancia (o de abundancia) en relación al tema investigado, para la distribución interna de esta parte;
2)       fuentes primarias impresas, separándose las que tienen formas de libro de los folletos, de los periódicos y de aquellas publicadas en revistas, y uniéndose una clasificación alfabética en cada subdivisión;
3)      bibliografía propiamente dicha, distinguiéndose: 1) instrumento de trabajo (diccionarios, repertorios bibliográfico y documentales, etc.); 2) obras de carácter teórico-metodológico 8º utilizadas como tales); 3) obras generales; 4) divisiones especificas por especialización temática: en cada apartado, los artículos y libros serán ordenados alfabéticamente según los apellidos de los autores.

Evidentemente, en ciertos casos habrá otras divisiones, relativas a entrevistas, a la recolección de tradición oral, a fuentes arqueológicas e icnográficas, etc.
Cuando es posible, se valora mucho una lista de fuentes y bibliografía al agregar comentarios (que pueden ser cortos) relativos a los contenidos, orientaciones teórico-metodológicos, divergencia historiográficas, etc., y también a la pertinencia de cada elemento documental o bibliográfico para la investigación realizada.
El componente más importante del aparato de erudición son las notas. En cuanto a su forma de realización, hay varias modalidades. En los países anglosajones es muy casual-especialmente entre los antropólogos, pero también en obras de historiadores- un sistema de notas que es cómodo para el autor y complicado para el lector. Las referencias-normalmente bibliográficas en este tipo de notas- vienen, entre paréntesis, en el cuerpo mismo del texto, constando el apellido del autor, el año de publicación de la obra citada (si el autor publico mas de un texto en el año en cuestión, se distinguen con letras: 1971ª, 1971b, etc.), y las paginas utilizadas: el lector debe, entonces, a cada nota, referirse a la lista bibliográfica.
Las notas al calce tienen como variantes las notas al final de cada capitulo, o reunidas todas al final del volumen, lo que no es aconsejable por dificultar su consulta, al seguir el lector el orden del texto; por esto, son las notas al calce (o al pie de página) las mas aceptables, aun cuando dan mas trabajo en la composición tipográfica del libro o articulo. Su principio es el de colocar un numero en el texto cuando se requiere fundamentar alguno de sus desarrollos o afirmaciones, y reproducir el mismo numero en  la parte de debajo de la misma pagina, seguido de las referencias bibliográfica y/o documentales pertinentes. En estas notas, la primera vez que aparece un documento manuscrito o un texto publicado, se reproduce la totalidad de sus datos de identificación ( sacados de la ficha documental o bibliográfica de identificación correspondiente); además de las paginas o folios utilizados (para esto se usa la ficha de contenido que contenga la parte del texto usada en ese momento); a continuación, se utilizan abreviaciones usuales para evitar perdidas de tiempo y repeticiones superfluas (op. cit., ídem, ibídem, etc.: es preciso aprender a dominar su empleo).
Independientemente de su forma de realización, las notas pueden ser clasificadas en tres categorías: 1)notas de referencia, que son las mas importantes, y sirven para apoyar afirmaciones del texto; 2)notas de referencia cruzada, también esenciales, que remiten a otras partes del texto, o a otras obras, para evitar repeticiones y para contrataciones positivas o negativas (estas notas empiezan habitualmente con cf. o expresiones como <véase>); 3) notas de complementación al texto, que no son aconsejables, por interrumpir largamente la lectura del texto y dificultar mucho la composición grafica de una obra. Si lo que contienen es importante, debería estar en el texto; si se trata de largos extractos documentales en apoyo de las afirmaciones del autor, es mucho mejor organizarlos como anexo[10].
Otra cuestión es la de saber en que numero hacer las notas. Si son demasiado numerosas, interrumpen a cada paso la lectura del texto. Si son muy pocas, reúnen en una única nota las referencias relativas a un desarrollo largo, y el lector no sabrá exactamente lo que cada elemento documental y bibliográfico citado esta apoyado. La experiencia enseña a alcanzar un cierto equilibrio. En algunos casos la nota e obligatoria; por ejemplo, al citarse entre comillas un pasaje de una fuente manuscrita o de un libro, la regencia debe constar de inmediato.
Los anexos y piezas justificativas evitan largas citas entre comillas incorporadas al texto o a las notas. En trabajos donde se procede a la cuantificación, es aconsejable publicar en anexo la totalidad de los datos brutos, en el sentido de permitir que otros historiadores puedan apreciar los procedimientos usados para procesar los datos: esto es un elemento importante para garantizar la intersubjetividad, pero no se cumple siempre debido al costo.
Con frecuencia, un texto de historia viene acompañado de una parte grafica compuesta de mapas, ilustraciones, curvas estadísticas, cuadros, etc. Solo se puede justificar su inserción si cumple necesidades lógicas en la obra; en ningún caso es aceptable que sean meros < adornos>. Cuando son numerosos, surge el problema de donde ponerlos. Lo mas frecuente es incluirlos en el cuerpo del texto, cerca de la primera vez donde cada uno es mencionado; pero a veces se reúnen al final del capitulo o del volumen, y en ciertas tesis francesas vienen todos en un tomo aparte llamado <atlas>- lo que facilita la consulta paralela al texto, pero aumenta demasiado los costos de edición-.
Por fin, un trabajo considerable en su extensión justificara varios tipos de índices: el índice habitual de partes y capítulos; un índice onomástico (de personajes históricos mencionados, y de autores); un índice geográfico; un índice temático. Sin índice suficientemente explícito, una obra larga puede ser d edificio utilización, sobre todo si quien la consulta busca solo ciertos aspectos bien definidos.

4. CONCLUSION
En su estudio de la servidumbre y de los sistemas señoriales al este del Elba, J. Rutkowski formulo la siguiente explicación:
1)      Ley: Si y solo si la facilidad de vender la producción agrícola ocurre en coincidencia como una forma agravada de servidumbre, se desarrolla la economía que asocia el régimen señorial y la servidumbre.
2)      Condición inicial: En la Edad Moderna, las regiones al este del Elba fueron marcadas por la facilidad de venta de productos agrícolas y por una forma agravada de servidumbre.
3)      Efecto: La economía que asocia el sistema señorial y la servidumbre se desarrollo durante la Edad Moderna en las regiones al este del Elba[11]

Esta explicación indica las condiciones necesarias y suficientes, e incluso cumple con los requisitos del esquema de la explicación científica en el modelo de Hempel y Popper. Independientemente de su valor especifico, nos parece que los historiadores tenderán en el futuro próximo, por diferentes caminos, a una formalización y explicitación creciente de hipótesis y formulaciones legales, lo que constituye un elemento de la mayor importancia si se pretende construir una historia científica.
Por otra parte, es preciso no ceder al desanimo frente a las imperfecciones del método científico actualmente disponibles y practicables en una disciplina. Con frecuencia  los mejores  historiadores y teóricos de la historia, aquellos mismos que mas contribuyen a su construcción como ciencia, capitulan frente a falsos problemas heredados de la historia tradicional.
Con lo que revertiríamos a la concepción tradicional que cierra la historia estrictamente contemporánea a los historiadores. Una cosa es admitir que resulta mas fácil y seguro estudiar procesos concluirá y bien conocidos en todas sus ramificaciones. Otra muy diferente, creer que caemos en la crónica al estudiar por ejemplo la revolución industrial, proceso histórico empezado hace dos siglos y que esta todavía muy lejos de terminar. El historiador de la historia contemporánea  puede perfectamente poner en perspectiva histórica de larga duración los eventos presentes, y explicarlos en gran parte con arreglo a teorías (como la del capitalismo, del imperialismo, del fascismo, de las ideologías de clase, etc.). Suponer lo contrario implica en efecto reafirmar la primacía del hecho aislado sobre las estructuras. Una historia estructural, comparativa, apoyada en modelos, no tendrá dificultad en corregir los errores de previsión o explicación resultantes de que la evolución y los resultados de las estructuras de hoy día dependerán de las luchas que se están todavía decidiendo en la praxis social. Porque tales luchas tendrán mucho que ver, de hecho, también con las imágenes históricas del neolítico, del feudalismo o de  Revolución francesa.









[1] Lucien Febvre, Combates por la historia, trad. De F. J. Fernández B. y E. Argullol, Ariel, Barcelona, 1970, p. 71.
[2] Pierre Vilar, Crecimiento y desarrollo, Ariel, Barcelona, 19763, pp. 36¬37.

[3] Éste es el título de un libro muy interesante: L. P. Curtis, Jr., ed., El taller del historiador, trad. de J. J. Utrilla, FCE, México, 1975.  

[4] Así, diferentes tipos de datos cuantitativos implican posibilidades también distintas de tratamiento estadístico: ver Roderick Floud, An introduction to quantitative methods for historians, Methuen, Londres, 1973, caps. 1 y 2 (en cast.: Alianza Editorial, Madrid).

[5] Topolski, op. cit., p. 388.

[6] Ver ejemplo en Cardoso y Pérez B, Los métodos…, Cáp. IV Y VII.

[7] Diversas guías de técnicas de investigación enseñaban a elaborar las fichas bibliográficas en sus números modalidades. por ejemplo Armando F. Zubizarreta G., La aventura del trabajo intelectual, Fondo Educativo Interamericano, Panamá, 1969; Jorge Mario García L. y Jorge Lujan M., Guía de técnicas de investigación, Serviprensa Centroamericana, Guatemala, 1972.

[8] Ver Topolski, op. cit,pp 590-593

[9] Abordamos algunas de estas cuestiones en: Cardoso y Pérez B; Los métodos…, cap. IX; de los mismos autores, historia económica de América Latina, cit.; I, Cáp. 1 ver también: Vilar, <Historia marxista…>; Topolsxi, op. cit; cap.22 y 23; General Mairet, Le discours et l´bistorique. Essai Sur la representation Bistorienne du temps, Reperes-Mame, Paris, 1974

[10] Acerca de la redacción histórica y su aparato erudito, cf. André Nouschi, Initiation aux sciences bistorique, Fernand Nathan, Paris, pp. 199-205

[11] Citado según Topolski, op. cit., p. 570.